Los humanos iban bien apretados en su jaula, apestando a nuevas y viejas
excreciones, nadie hablaba, había un pesado silencio, roto únicamente por el
ronroneo del motor y el lamento de una mujer cuyo pie estaba atascado entre dos
jaulas, los demás, indiferentes, estaban ocupados pensando tal vez, en cómo la
vida los había situado en tales circunstancias y también en su inmediato destino.