Por
cosas del azar y de trabajo, negocio y placeres, recientemente he tenido el
agrado de visitar y conocer la Villa de la Santísima Trinidad, la tercera villa
fundada por los españoles en Cuba, allá por la cercana fecha de 1514; ubicada
en la provincia de Sancti Espíritus, al Sur y centro del país.
Trinidad
tiene una población de casi 76 000 habitantes (2015) y fue reconocida en 1988
por la UNESCO como patrimonio mundial de la humanidad por su estado de
conservación como ciudad colonial, que la distingue no solo en Cuba, sino en toda América.
No
sé el impacto para un visitante del “más allá cubano”, que tal vez no esté muy
familiarizado con este tipo de arquitectura colonial de cuyas huellas y
características, escapan pocas ciudades y pueblos cubanos, porque en casi todos
se puede encontrar rasgos o vestigio de las construcciones de la metrópoli
española; pero para mí, realmente fue muy sorprendente caminar por aquellas
calles donde casi nada desentona con la época de la colonia, sobre toda en la
zona o centro histórico.
Siempre habrán anacronismos lógicos y necesarios pero
eso no evita que el entorno dé la impresión que los soldados españoles de
espada y armadura puedan aparecer al doblar una esquina en cualquier momento o
un grupo de indios tal vez, bueno dicho sea de paso, en las afueras vi algunas
vivienda en estado tan calamitoso que no dudaría que fueran ellos los
habitantes.
Realmente
es un paraje muy interesante y pintoresco cuyos pobladores y gubernaturas han
sabido mantener y conservar independientemente de intereses económicos, porque no
deja de ser cierto que su particularidad arquitectónica la convierte en una
importante fuente comercial con la afluencia abundante y permanente de turismo
internacional.
Lo
anterior convierte a Trinidad en una ciudad relativamente cara, para poner un ejemplo, una botella de agua de 0.45 cuc en cualquier parte de ésta isla,
allá la venden como si fuera del agua que trajo Don Diego Velázquez de Cuéllar
el día que fundó la villa y para que me hicieran una rebaja a un sombrero que
me compré, casi tengo que mostrar evidencias documentales de que yo era criollo, nacional, con
residencia permanente y libreta de abastecimiento igual que los que me vendían
el dichoso sombrero.
Si
fuera a criticar algo me ensañaría con la contaminación de mercado, abundante y
molesto a la vista, mercado en función del turismo, cosa que hasta cierto punto
es comprensible y se justifica pero de que afea y rompe bruscamente con la magia de aquel
paisaje urbano, es una realidad incuestionable, casi ofende la mirada, cuando
se ve en medio de una de aquellas antiguas calles, unos campamentos
improvisados, algo intermedio entre casas de campaña y bajareques, una kimbería
que nada tiene que ver con el entorno, por suerte en Viñales, Pinar del Río eso
todavía no está de esa manera.
Las
imágenes de éste hermoso paraje que además se encuentra a solo 14 kilómetros de
la península de Ancón y la ensenada de Casilda con sus lindas playas, marinas y hoteles, son muy
difundidas seguramente por todo el mundo en Internet, así que las mías, éstas
que les muestro ahora, poco deben aportar a toda esa rica infografía ampliamente publicada,
pero considero que quizás las mías puedan ser más sencillas y con aspiraciones
menos comerciales.
Así
que espero las disfruten y si tienen una oportunidad vaya usted mismo y tome
sus propias fotos.
Esa kimbería si la hay en Viñales. Así mismo, pensé que la foto era de viñales, pero la calle me dijo que no....
ResponderEliminarLo otro es que en Cuba en todas las partes que estuve las tiendas están vacías y mal abastecidas, excepto en Viñales y Varadero, pero lo que hay no es para satisfacer las necesidades locales, sino las necesidades de los turistas: Agua, Licores, alguna chuchería mucha comida de bebé y pañales..... y nada más...