Nací después de 1959, por ahí está la
fecha, los juguetes que mayormente tuve en mi infancia fueron regalos, juguetes usados, propiedad de niños que abandonaban el país, todos buenos
juguetes y también excelentes libros infantiles.
Los otros que tuve fueron (curiosamente
tres como los reyes), los que llegaban anualmente para cada niño cubano, el
básico (mejor calidad) y otros dos más sencillos que podían ser un juego de
bolas o una pelota.
En mi infancia escuché alguna vez hablar
de los tales reyes que yo por supuesto no relacionaba con ningún regalo y menos
con juguetes.
Mi hijo mayor nació en 1987 por lo que
cuando tenía tres años estábamos en profunda crisis económica en el país con
nombre de “Periodo Especial”; sus juguetes fueron muchos de los sobrevivientes
de años anteriores y alguno que otro nuevo, nada sofisticado, cuando se pudo adquirir con mucho
sacrificio, porque para entonces ya no existían aquellos planificados juguetes anuales que pude disfrutar en mi infancia.
Tengo dos niños pequeños, menores de 6
años y pudiera decir sobre el asunto, en comparación con la historia familiar
brevemente contada anteriormente, que han sido favorecidos en este sentido. Se les ha comprado
juguetes con mayor frecuencia y mejor calidad, regalos, donaciones y envío de
juguetes de su hermano desde el exterior.
¿En qué fecha hemos tenido estos
juguetes?, pues de manera aleatoria, sin motivo concreto, aunque en cumpleaños
siempre se ha tratado de hacer algún regalo de este tipo.
Por eso ayer me molesté muchísimo cuando
mi niña al llegar a casa de su círculo infantil venía cargadita de ilusiones e
historias que una mal llamada maestra, desacreditando nuestro sistema educativo
y violando no sé cuántas reglas, hubo de contarles sobre camellos, “reyes magos” con juguetes incluidos.
Pude haber seguido el juego de la fantasía
y continuar alimentándolo, pude convertirme en uno de esos tres y meter el
camello bajo su cama en plena madrugada y hasta darle algo de comer al noble animalito, pero el
asunto era realmente muy ofensivo para los padres de la niña, los que de verdad
han tenido que hacer mucha magia todo el tiempo para vestirlos y alimentarlos.
No me quedó de otra que descuartizar a
plena luz del día delante de los ojos de asombro de mi niña, a estos tres
jinetes tan apocalípticos como los otros cuatro más conocidos y por oficio.
No voy a
incursionar en la relación salarios y precios de los juguetes, solo decir que
no están al alcance de casi ningún trabajador, ni siquiera los que
confeccionan valientes artesanos del patio que venden un poco más baratos.
Adoro y alimento
la imaginación, la fantasía sana de los niños pero esta aberración de cóctel religioso
y de mercado con tres tipos barbudos y paganos, con mi historia personal y
en Cuba, a esta hora; lo siento mucho maestra pero siga con sus rumiantes
a comer yerba a otro lado. Yo les compro los juguetes a
mis hijos cuando puedo y cuando la economía doméstica me lo permita.
- -Mi querida niña, si en la madrugada ves extraños por
la casa o en tu habitación, grita fuerte que son ladrones y gente mala que viene a mudarnos
sin aviso previo.
Sin dudas así es primo muy bien escrito toda la situación de nuestra vida
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