Muchos tal
vez lógicamente al leer este título podrán pensar que el texto que a
continuación prosigue se refiere a uno de los 14 Santos auxiliadores y mártir de
Nicomedia, pero no es así, tampoco a ese bellísimo condado ubicado en
California, Estados Unidos.
La primera
Santa Bárbara que conocí fue un batey en
medio de la nada, en la costa Sur del Municipio de Consolación del Sur,
en la provincia de Pinar del Río, a unos 15 kilómetros de Herradura, la
urbanidad más cercana y a nueve kilómetros de la mencionada costa, en los 220
24´ Norte y 830 10´ Oeste; dudo que tal lugar apareciera en algún mapa de importancia.
A Santa Bárbara se llegaba de dos maneras dependiendo de la época del año, atravesando un polvoriento camino en tiempo de seca o grandes fanguizales en tiempos de lluvia.
A Santa Bárbara se llegaba de dos maneras dependiendo de la época del año, atravesando un polvoriento camino en tiempo de seca o grandes fanguizales en tiempos de lluvia.
¿Y cómo fui a
parar allá?
Bueno, mi
familia vivían en Las Posas, Bahía Honda, un pueblito de una sola calle y nada del otro mundo pero comparado con
Santa Bárbara era toda una ciudad tremenda, aunque si de urbanidad se trata, en
cuanto a sus comodidades y servicios, ya veremos.
Santa Bárbara
era una zona muy baja, muy llana, de esas que se te pierde la vista en el
horizonte y no hay una sola elevación en los 360 grados a tu alrededor; un
lugar ideal para el cultivo del arroz y sus respectivas necesidades de canalizaciones
para regadío, más si estaba ubicada entre ríos.
Por la década
de los 40 los Montalvo, Eduardo Montalvo (hijo) compra todo aquello y lo
desarrolla, crea de la nada un pueblecito, un batey del cual él era Dios y
dueño, sembrados, canales, secaderos de arroz, pista de aterrizaje para aviones
agrícolas, una escuelita, una planta eléctrica, agua potable o casi potable
hasta los hogares de sus trabajadores, aserríos, talleres y muy importante, un chalet
de campo, un precioso chalet, para que él
y su familia pudieran pasar temporadas al tanto de los negocios,
alejados de la capital y con todas las comodidades de la época, pero aquello
era mucho más.
El Chalet de
descanso contaba con piscina, grandes
jardines con casitas de descanso y recreo, caballos pura raza, animales de
corral exóticos, desde cisnes hasta pavo
reales y faisanes, tucanes, papagayos, ciervos, en fin un oasis en medios de
aquellas arenas.
Mi padres
casi desde los 10 años en varias ocasiones había trabajado con la familia
Montalvo, en sus fincas, en sus tierras allá por Las Posas y más o menos en el
año 1950 estaba sin empleo, conoce de mucha demanda de mano de obra en la
nuevas propiedades de Los Montalvos y se va a trabajar a Santa Bárbara a los
secaderos de arroz.
Mi papá era conocido de la familia propietaria
como les decía, era un empleado habitual de entradas y salidas pero en Santa
Bárbara prácticamente comienza de incógnito hasta que un día, Eduardo hijo
(porque el padre ya para ese entonces había muerto), lo reconoce y se asombra
un poco de verlo por allá y como se había ganado la confianza de la familia le
entrega las llaves del chalet sin más ni más.
- Toma las
llaves del chalet y a mi regreso de la Capital , hablaremos.
Y de lo que
hablaron a su regreso fue de pagarle 60 pesos porque cuidara el chalet en
ausencia de ellos y también fuera el cocinero cuando ellos vinieran a pasarse
temporadas, mi papá le dice que el tenía
dos hijos chiquitos y que tenía que ir a verlos a cada rato, Montalvo le dice
que eso no sería problema que ya lo resolverían.
Entonces mi papá, se queda como especie de
mayordomo, amo de llaves, jardinero, cocinero y por si fuera poco además, a cargo de un
zoológico de animales, bueno en realidad no estaba completamente solo con todo
aquello pero era el responsable.
En las
temporadas en que la familia estaba de recreo siempre había más personal de
servicio, porque se contrataban o se traían desde la capital algunos.
En esos menesteres pasaron dos años y la
situación se tornaba muy difícil para mi familia en esas condiciones de lejanía,
entonces mi viejo decide irse definitivamente a Las Posas y dejar todo aquello
a pesar de la buena paga; al enterarse Montalvo lo manda a buscar con su chofer
(Bertto) en ese viaje de regreso cuando pasan por el poblado de Herradura mi
papá le dice a Bertto que iba a comprar cosas para la cocina porque seguro que
se iba a quedar un tiempo más y nada más que llega al chalet Montalvo le dice –
Emilio haz café y mira estas son las llaves de la casa que era del Gallego que él ya no las necesita, cuando quieras te puedes mudar con tu familia.
Así se mueven
mis padres y mis hermanos desde las Posas a Santa Bárbara y yo diría que esto
marcó mucho a mi mamá, no puedo decir que esta decisión la hiciera infeliz porque económicamente la mejoría fue
bien notable pero toda la familia de ambas partes estaba en Las Posas y poco tiempo después por diferentes causas
fue emigrando poco a poco para la capital y nosotros nos quedamos en medio de
aquella nada, aquel oasis de pinos y eucaliptos rodeados de ….ya
les dije; Santa Bárbara era como el nombre que mi mamá usó para bautizar aquel batey , “el cementerio de los vivos”.
No obstante
las condiciones económicas no podían ser mejor, mi viejo ganaba 70 pesos ahora y
no pagaban renta por la casa y la casita era, bueno, esa sería la primera casa
de mi infancia y la imagen que tengo es
de una casa de cuentos de hadas, de aquellas ilustraciones de los libros infantiles más antiguos, el
diseño era ni más ni menos que el de las casas del sur de Estados Unidos, llena
de tela metálica, portal corridos, ventanas de 4 divisiones para cristales y
que se abrían en dos hojas, jardín un patio extenso con árboles, y para mis cortos años era un patio infinito,
el techo era de guano pero cobijado de una manera que por el interior solo se
veía los tallos, una obra de artesanía, todo el que llegaba a aquella casa
siempre se quedaba un rato mirando aquel techo; teníamos hasta un refrigerador,
uno de esos que trabajaba con …..kerosina, así mismo, el baño era amplio,
interior, moderno, las instalaciones para agua, un agua un poco salobre dada la
cercanía de la costa y la alta salinidad de los suelos.
Además, mi
viejo de cocinero….. siempre se “pegaban” muchas cosas para la cena, ya mayor
yo, mi mamá me decía siempre “esta jarra llegó a la casa con un tremendo potaje
de frijoles negros o éste recipiente vino con tales y más cuales carnes…si porque parece
que no solo se quedaba en casa el contenido, también la forma.
Para Santa
Bárbara mi familia debió haberse mudado en el año 1956 aproximadamente que mi
hermano mayor tendría 7 u 8 años y me hermana 5 ó 6 años de edad y de alguna
manera, mi hermano se hizo el amigo de los hijos del Sr. Montalvo en
esas temporadas que venían a pasar en el chalet, el mismo quedaba algo distante
de nuestra casa pero no más de un kilómetro y el batey era bastante pequeño, si
aquellos querían ir a pescar, buscaban a mi hermano, si querían ir a montar a
caballo buscaban a mi hermano y toda aquella indumentaria que ellos tenían de
más, que iban a botar o que ya no le gustaba, iba a parar a las manos de mi
hermano desde arreos de caballo con adornos de plata hasta ropa y zapatos.
Una anécdota
que me contaba mi viejo muchas veces fue un incidente con el movimiento 26 de
julio por los años 57; 58; mi papá me decía
que un día que va a la bodega del batey
a comprar un muelle para una de las sillas del chalet que estaba rota y estando
allí aparece un auto del que se bajan varios jóvenes y lo encañonan con una
pistola a él y a Diomedes, el bodeguero; el asunto era que habían conocido seguramente
que en aquel lugar se guardaban varias
armas de caza que dice mi papá que no hacía muchos días el mismo las había
limpiado y engrasado, el grupo había venido para llevárselas, “venimos a buscar
algo que hay aquí y si no ofrecen resistencia no les pasará nada”, así les
dijeron, todo fue cuestión de unos pocos minutos y se marcharon disparando al
aire después de destruir el teléfono;
luego vino la policía y se llevó preso a mi papá y al bodeguero para el puesto
de Herradura , los soltaron con la intervención de el propio Montalvo que sabía
que eran inocentes y preocupado que hasta los pudieran asesinar porque eran
tiempos que liquidaban a cualquiera por cualquier cosa, siempre se sospechó de
que la información había salido de un tal Dagoberto, que estaba involucrado con
el M-26-7 y que después del triunfo revolucionario abandonó el país hacia
Estados Unidos.
En 1959 como
todo el mundo sabe, se produce el derrocamiento de Fulgencio Batista y triunfa
la Revolución, grandes cambios, radicales y profundos, muchas intervenciones de
propiedades, sobre todos a las grandes extensiones de tierra, la afectación a
los Montalvos es de bastante importancia, al final y por toda la propaganda que
había también, deciden irse del país, tengo entendido que a México, a mi familia
le dejaron algunas cosas, entre ellas dos ventiladores de los cuales uno
todavía funciona (2014).
Mi viejo de
pronto se vio desempleado pero por poco tiempo, los dirigentes de la zona, el
gobierno local estaba enfrascado en abrir nuevas fuentes de empleo y se
comienza a construir una granja avícola en la zona y a él le proponen la administración de la
misma, parece por su seriedad en el
trabajo, por ser muy cumplidor también, su nobleza, quien sabe, lo cierto es
que aquello que pudiera verse como un
reconocimiento a su labor y a su historia, en la práctica fue una condena a
trabajos forzados y muchos desvelos y pesadillas.
Santa Bárbara
clasifica para mi como esos primeros recuerdos de la infancia , esos que se
quedan en tu memoria para siempre aunque tengas cien años, para mí era un mundo
de fantasía, era un mundo mágico, contrario a mi mamá yo adoraba Santa Bárbara
y hoy todavía, aunque ya no queda nada material, ni siquiera una ruina que
sirva de referencia, pero para mi sigue siendo “El país de nunca jamás”.
Sabía que mi
viejo trabajaba en esa granja, que era todo un personaje en ella, allá me
llevaba a cada rato pero pienso en su cara de entonces y en la de siempre y lo
veo tenso, preocupado sin que eso perjudicara su buen humor y su cariño, cuando
yo nací mis viejos pasaban los 40 de edad, mi hermano trabajaba de ayudante en
la bodega local y mi hermana daba clases en la escuelita primaria del Batey;
los Montalvos eran historia, solo quedaban sus huellas, sus leyendas, las
cuentos de mis hermanos y mis padres, los objetos sagrados y las “pirámides”,
aquel chalet que se convirtió en Círculo Social donde había un televisor, el
segundo del batey porque Ángel el bodeguero, tenía uno que era casi del tamaño
de un refrigerador.
El merendero
del chalet era ahora la escuela primaria de dos aulas, pero allá estaban los
lindísimos jardines y la piscina ahora para el disfrute de todos.
Yo nací en
1964 en plena década prodigiosa, la década de los 60, ¿se imaginan? Una música
que duró y duró en mis oídos largos años, en realidad nací en la Habana y estuve por allá un
buen tiempo porque mi mamá estuvo media complicada con hepatitis y sus secuelas
y como ya toda la familia estaba por la capital….la familia materna porque de la
paterna quedaba bien poco en Cuba, ya mi abuela se había ido a los Estados
Unidos y varios tíos.
Entonces, ¿cómo
era mi vida en Santa Bárbara?, pues una maravilla, era explorar un mundo en que
tenía todas las libertades de andar por aquellos bosquecillos de pinos y
eucaliptos que eran mi selva, de llevar a la práctica cuanta aventura pusieran
en la televisión, de tener los mejores juguetes y los mejores libros infantiles
de la época (veremos más adelante), de una época difícil para los que portaban
conocimiento de causa y responsabilidades, no así para mí, dada mi edad.
Era jugar
todo el día con un bando de chiquillos y en especial con mi vecino Juan Carlos,
de mi misma edad, de caminar y caminar portando las mejores espadas que
podíamos construir o conseguir, eran las espadas de los soldados del Rey Sol, o
los machetes de los Mambises en “La guerra de los Palmares”, o las armas de
fuego de los Comandos del Silencio…..
Los vecinos
de Santa Bárbara se movilizaban de muchas maneras, todos los días se daba voces
de alarma y reunión, una era la de “llegó el Pan” porque eso podía ser a
cualquier hora del día, caminos difíciles, transporte difícil, el chofer se
llamaba Bertrán, recuerdo hasta su camión, los muchachos lo conocíamos como
“Bertrán culo de pan”; otra convocatoria
era para la llegada de otro camión, el cine móvil, un camión gris con las
letras ICAI, éste era el de Zelando…
Se montaba
una pantalla al aire libre y cada cual con sus asientos a ver el Gallo de Oro,
Tiempos Modernos y otras que ya no recuerdo; pero lo cotidiano era estar a las
7:30 PM o antes en el antiguo chalet de los Montalvos para que abrieran la gran
sala donde estaba el televisor público, allá se iba todo el barrio haciendo
impaciente molote a ver las aventuras y como todo el mundo disfruta de la
oportunidad de su escenario, esa pequeña
“fama” transitoria en la vida; allí el “famoso” era Mongo el bizco, un viejo
cascarrabias que se daba todo el lujo del mundo para abrir el dichoso chalet y
poner el televisor….
Para ir a ver televisión en Santa Bárbara se tenía que
ir armado de instrumento muy especial, era un “plumero” tejido con un material
de nailon y vinilo procedentes de los sacos que traían abono y pesticidas para
los arrozales, todo el mundo tenía un palo de aquellos tejidos de colores muy
vistosos para espantar las nubes de mosquitos que habitaban en Santa Bárbara,
en resumen, la televisión se veía acompañada de aquellos mochazos de chas,
chas, chas.
Cuando
aquello las aventuras eran dos con el noticiero nacional en el medio, 30
minutos que cogíamos los muchachos para jugar en la orilla de la piscina,
cuando se escuchaba el tema final del noticiero, a correr de nuevo a los asientos
y chas, chas, chas.
En ese salón
también se daban sus fiestas y venían sus grupos de música, muchas veces
esperábamos y esperábamos y los músicos no llegaban, regresábamos a casa, más
tarde, acostados ya, se escuchaba la
música lejana y mi hermana me convencía de que yo tenía muchísimos deseos de ir
para que mis viejos nos llevaran de nuevo.
La granja
avícola “de mi papá” aquello era el infierno, los caminos en tiempo de lluvia
se convertían en una ciénaga de fanguizales y la entrada de pienso se
dificultaba tremendamente o la salida de los huevos, situaciones de transbordar
las cargas de camiones a carretas y de cruzarlas por un río o determinado paso
con bueyes, un infierno verdaderamente y mi pobre viejo con todo ese peso en sus
hombros.
Las
evacuaciones:
Zona baja
cercana a la costa y a la desembocadura de los ríos, una inmensa laguna en
intensas lluvias, entonces ante el aviso de ciclones o tormentas…a recoger lo
imprescindible, montarse en un camión e ir de “camping”, eso era para mi como
otras aventuras, pero para los mayores, ni hablar.
Estuve evacuado
en grandes almacenes de arroz, en secaderos de arroz, en una secundaria básica
en el poblado de Herradura, en otros almacenes en el poblado del Caribe de
Vuelta Abajo, cerca de Alonso de Rojas, viajé en camiones por zonas inundadas por
carreteras que se deshacían bajo las ruedas por las corrientes de agua, vi sin comprender entonces, el miedo, las
caras de la gente muy serias, monté tanques anfibios, vi aterrizar helicópteros
a pocos metros de mi casa, todo eso antes de los 7 años..¿se imaginan?, ¿Quien
le dice a un niño de esa edad que no vive en el paraíso?...
En una
ocasión nos refugiamos en la finca “La Jocuma”
relativamente cerca de Santa Bárbara, un caserón de terratenientes capaz
de albergar a toda la gente del batey;
tengo increíblemente claros esos recuerdos, los que quedaban de la familia
original de la casa conocían a mi viejo como sirviente de las grandes fiestas
que allí se daban y tuvimos el privilegio esa noche de tener un cuarto para
nosotros solos, toda aquella casa estaba alumbrada con velas, recuerdo ahora mismo
hasta las sombras, las siluetas de la gente en las paredes, en los adornos de
lujo, en las bellas pinturas en cada rincón de la casa.
Mi viejo casi
nunca fue con nosotros como evacuados, creo que solo una vez, siempre se
quedaba con un bote, él y el bodeguero cuidando el batey.
También en
una ocasión nuestra familia se quedó sola en el batey, no creo que haya sido
intencional pero nos abandonaron, creo que mi mamá se demoró con asuntos de mi
leche para llevar y los camiones no
esperaron más, se fueron y yo como
siempre la pasé divinamente, nunca las aguas entraron a mi casa, pero se veía
como una isla y esa vez creo que fue cuando las grandes naves de la granja avícola,
varias de ellas, fueron destruidas, derrumbadas por los vientos.
Como parte de
estas penurias quiero incluir aquí, la imagen que tengo de mi mamá un día con un
fuerte dolor de muelas, un dolor terrible al punto de tener que salir en una
carreta con tractor por caminos perdidos de huecos y de fango, una carreta
llena de cajas para posturas de gallina que iba hasta Herradura donde ella
podía recibir mediana atención, yo acompañaba a mi mamá en ese viaje, sentados
en una caja al final de la carreta, un punto donde los saltos son mayores al
caer las ruedas en baches, en uno de los cuales perdimos mi reserva de agua, un
recipiente plástico que después encontró alguien y nos lo devolvió, porque así
era la gente de aquel batey, no podía pasar por alto este relato porque no
olvido la cara angustia de mi mamá ese día.
Mis
Juguetes, mis libros y los Apátridas
Independientemente
que los juguetes venían una vez al año para todos los niños en aquella época,
tres juguetes, el básico, el de segunda y uno menor, o tercero y que mi hermana
dormía esa noche en la bodega haciendo cola yo tenía una entrada de juguetes adicional
y otras cosas infantiles muy especial.
Mucha gente
estaba abandonando el país, (bueno como en todas las décadas desde que tengo
uso de razón) pero en esos años era una cosa bien grave, era traición, era ser
gusano, era ser casi un delincuente, se les llamaba entre otras cosas apátridas, una definición que revisando
ese concepto según las leyes internacionales actuales considero excesivo.
Muchas de
esas gentes mientras esperaban los trámites eran sacados de sus trabajos o
profesiones habituales y enviados a la “Siberia” y que mejor Siberia de castigo
que mi Santa Bárbara querida.
La
composición de esos grupos eran de clase media, profesionales y universitarios
en la mayoría; una brigada de ellos fue subordinada
a mi viejo para trabajar y vivir temporalmente en la granja “Lenin” y mi viejo que
siempre fue un pan con ojos estableció las mejores relaciones de trabajo y
respeto, aunque al principio cuando vio que para cargar un saco de pienso en hombros necesitaba dos de aquellos hombres le dijo a quien se los trajo que se los
llevara a otra parte. Era gente muy educada, gente fina, la mayoría de ellos o
todos residentes en la capital.
Se albergaban
en la misma granja e iban de pase cada 15 o veinte días a sus casas y muy
pronto hicieron amistad con nuestra familia, nos visitaban casi todos los días
al menos algunos de ellos y no había un regreso de la capital sin un regalo
para mi, de libros, dulces, juguetes, había médicos entre ellos, había de todo
pero personas buenas, más allá de las razones que tuvieran para abandonar el
país.
Un día por
allá en su albergue mientras escuchaban en la radio las peripecias del Apolo 13 llegando a la
luna nació un cachorro que me regalaron con ese
nombre, Apolo, regalo que desencadenó mi cariño y mis sufrimientos por esas
mascotas durante mucho tiempo.
Recuerdo
también a un tal Pepito, ingeniero, amigo de mi hermano, grueso, pelado al
cero, de espejuelos “montados al aire”; vino de madrugada a despedirse, le
había llegado la salida y todos fuimos a la sala, traía una muda de ropa de
excelente calidad para mi hermano y esa cadena para los relojes de bolsillo,
había silencio, emoción en el ambiente, pocas palabras, se estrecharon las
manos y yo puse la mía sobre ese saludo, ellos se sonrieron; poco tiempo
después de irse a España me envió una postal con tres perros.
Al dorso |
Los perros:
Dice mi mamá
que yo aprendí a caminar agarrado de Terry, un perro manso que estaba en mi
casa desde antes de yo nacer, pero ese era de mi hermano, de manera más
duradera tuve a Apolo, Pusito, y Guitabó, también a la perra "Agrega".
Apolo me lo
regalaron los “apátridas”, creo que enfermó y murió; luego a Pusito lo
envenenaron y yo no tenía consuelo, Guataibó mordió a no se quien y se lo
dieron a otra persona para que se lo llevara y Agrega, eso mismo, apareció y se
quedó agregada; una vez yo jugaba cerca de la casa y los perros (tres) dormían
sobre el camino, pasó alguien en un camión y estropeó a Agrega, parece que
alguna de las ruedas le pasó por la parte de atrás; en mi casa se asustaron
mucho, pensaron que por los alaridos y mis gritos que había sido yo el
atropellado, llevamos la perra de regreso a la casa y sobrevivió a aquello pero
quedó con alguna deformación al caminar.
Los perros me
acompañaban a la escuela y regresaban a
la casa cuando yo entraba, era la señal de que ya yo estaba en la escuela.
Cazadores y
recolectores
Años
difíciles en Cuba pero la gente de mi batey tenía la posibilidad de ser una
tribu de cazadores y recolectores.
Aquellas
grandes extensiones de arroz de Montalvo pasaron a ser propiedad del Estado y
después que se hacían las cosechas de manera maquinizada siempre quedaban
lugares mal recogidos o donde las máquinas no podían llegar por estar anegadas
o por no ser terrenos muy firmes para ellas, ahí entraba la gente del batey y
los que no eran del batey que venía en oleadas de todas partes a “recoger
restrojo”; se cogía bastante pero en
condiciones de trabajo siempre muy difíciles, mi viejo se iba con mis hermanos y hasta yo
iba de excursión, casi siempre mi hermano mayor después de aquellas recogidas
terminaba enfermo y mi hermana se jactaba de eso, que ella terminaba en la
mejor forma.
No solo era
el arroz, era la pesca en los canales de regadío, era la caza de patos
salvajes, yaguazas, gallinuelas, todos venían al festín de granos o por el medio favorable de
ciénagas y pantanos, escuché historia hasta de captura de caimanes pero nunca
vi uno mientras viví allá.
Yo salía con
mi hermano frecuentemente de caza y pesca, hoy me pregunto como mi mamá me
dejaba ir, tan tranquila, tan confiada con mi hermano a aquellas aventuras
mayores; confianza en la responsabilidad
y formalidad de mi hermano sin lugar a dudas, pero no es menos cierto también
que mi padres me dejaban andar aquel batey solo de día y de noche con siete
años a lo sumo.
Las Visitas:
A mis tíos, a
mis primos, sobre todo a estos últimos, como a mi, les encantaba Santa Bárbara
y en las vacaciones aquello se llenaba de familiares, pocos de mi papá, porque
ya era poca en Cuba, varios de sus hermanos y a mi abuela nunca llegué a
conocer, ya se habían marchado pero la tanda de parentela materna era
suficiente para llenar varias casas del batey, buenos recuerdos, de muy buen
ambiente, de ambiente festivo de alegría, de risas, de comida, de puerco asado.
Solo un
pasaje infeliz; mi mamá es gemela con mi difunto tío Miguel y siempre fuimos dos
familias muy unidas, mi mamá había bautizado a su hija mayor, Sonia y Sonia, mi
prima querida, era otra cosa, era desde chiquita muy…. muy de capital, pues la
dejaron de “vacaciones” en Santa Bárbara pueblo embrujado, para su “recreo y
disfrute” y no hacía otra cosa que llorar y llorar en silencio, extrañaba mucho
su casa, sus hermanos y sus padres; aparte del dolor de perder a mis perros
este fue uno de los primeros que sentí por solidaridad con otra persona, creo
que los supuestos "apátridas" no les dolió tanto Santa Bárbara como a mi prima Sonia.
También
recuerdo la primera visita a nuestra casa de la familia de la novia de mi
hermano que vivían en otro batey muy parecido al nuestro pero aquel no tenía ni
tres pinos y eso para mí era fundamental, era cerca del poblado de Alonso de
Rojas, se conocía como "El Caribe". La novia de mi hermano tenía dos hermanos
más, el más pequeño era de mi edad y recuerdo la sorpresa que me causó verlo
llegar chupando biberón, no conocía
entonces a ningún niño “tan grande” que
hiciera eso y dando alaridos por cualquier cosa y curiosamente fue un líder público
en su adultez, algo así como un alcalde municipal; pero bueno, una cosa no
tiene que ver con la otra, pero a menudo al verlo no puedo evitar reproducir la
escena de la primera vez que apareció ante mi vista y no deja de darme un poco
de risa.
Nos vamos de
Santa Bárbara.
El batey era
un dolor de cabeza para el gobierno local, difícil acceso y un problema en cada
llovizna, entonces no quedaba otra cosa que desmantelar aquello y reubicar a los pobladores en apartamentos de
los nuevos edificios que se estaban construyendo en los poblados de Alonso de Rojas y Herradura,
pero a mi viejo le proponen administrar la
granja avícola que había en Herradura y recuerdo hasta el lugar donde nuestra
futura casa fue trazada pero sucedió otro cambio de planes y donde se
necesitaba a mi papá ya no era allí, era ahora en “Turcios Limas”, al
borde de la carretera central, a tres kilómetros del poblado cabecera del
municipio, Consolación del Sur, ahora era en la finca Marilin.
Cuando me fui
de mi querida Santa Bárbara estaba en
segundo grado, tenía 7 años y no me iba contento, no me iba con alegría,
abandonaba mis montes, mis lugares de juego, aquel mundo increíble que había
conocido y a uno de mis perros, Agrega, que aunque oficialmente aquella perra no era nuestra, la sentía como tal, dicen que se quedó cuidando nuestro patio
hasta el final, que no era fácil entrar allá donde solo había quedado el piso y
los cimientos porque nuestra casa fue desmantelada para rehacerla en Marilin,
pero los niños se adaptan mejor a los cambios que nadie, no obstante siempre he
sentido una añoranza tremenda de un lugar que como les decía, ahora mismo no
existe, únicamente en mi recuerdo pero así nos pasa con casi todas las cosas
queridas en la vida y un día cuando ya la lista es demasiado grande para
soportar, nos vamos también nosotros.
Mi viejo en labores en los jardines del chalet |
Broma entre empleados del chalet, mi viejo en ésta imagen sentado a la orilla de la piscina. existe otra donde intercambiaron |
La Señora Cora, esposa de Eduardo Montalvo con uno de sus hijos en el portal del Chalet |
El Señor Eduardo Montalvo, el último dueño de Santa Bárbara en la sala del chalet. |
La entrada a mi casa en Santa Bárbara, 26 de abril 1966. Cumpleaños 15 de mi hermana (derecha) mi mamá en el medio. |
Mi viejo (a la derecha)en el chalet preparando para celebraciones |
Creo que son mis siete años en el patio de la casa de Santa Bárbara con mis padres, a la derecha están las raices de un arbusto de guanábana derribado por un huracán. |
Me ha puesto melancólica, los recuerdos los ha sacando aflote me parese también que te estás poniendo viejo. Yo recuerdo mucho a Santa Barbara allí me hice una mujer y difrute a pesar de ser el cementerio de los vivos como decía mima. Recuerdo las serenatas, las veladas de Santos a las que asistíamos, fuimos felices allí. En Santa Barbara habían personajes muy peculiares, El capitán Nariz, Chino Gallo, Pedrito Masca Freno entre otros amigos de Pipo y Mima, tú quizás no los recuerdas pero Emilito seguro que sí.
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