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A pesar de que estaban desnudos casi era imposible distinguir el sexo de aquellos individuos, eran un amasijo de cuerpos revestidos de varias capas de suciedad, a un golpe de vista podía hasta recordar ciertas escenas eróticas que se usaban como puntales de pésimas películas donde danzantes desnudos reptaban por rejas y entornos parecidos.
A pesar del desaliño
general, los individuos se veían robustos y saludables, pues siempre habían
sido atendidos con esmero desde su nacimiento hasta la adultez, todos eran jóvenes
entre 20 y 30 años de edad; los mayores de 50 hacía tiempo que habían dejado de
existir en el planeta.
La blanca pelusa no
levantó muchas sospechas como cuando maná comenzó a llegar a la tierra del
espacio exterior, era tan agradable al tacto y de aspecto tan encantador que
solo provocó algún revuelo entre científicos, filósofos, teólogos y políticos
los cuales dieron mucha lata en los medios de difusión, que si se debía a la
contaminación, que si al cambio climático, reacciones atómicas solares, lo
cierto es que nunca se supo el verdadero origen y cuando estos sabihondos decidieron corregir
los errores de la humanidad, ya era demasiado tarde, aquella pelusa blanca
había tomado forma y ellos fueron los primeros en ser enlatados.
Para la humanidad,
desde determinado punto de vista fue muy bueno al principio, la mejor época o
periodo desde la comunidad primitiva y las organizaciones gentilicias; no había
que trabajar, todo abundaba, ocio y placeres, el planeta resplandecía de belleza
y buena salud, la flora y la fauna resurgía, especies ya extintas, fueron
nuevamente introducidas, los huecos en la capa de ozono desaparecieron, al
igual que los altos niveles de contaminación, los humanos no morían de hambre
ni de enfermedades, las armas y las guerras nadie las recordaba; era el paraíso
terrenal.
Desde luego el hombre,
al no tener que enfrentar al medio para transformarlo y satisfacer sus
necesidades, comenzó a involucionar, tampoco era necesario vivir en sociedad,
ya casi no necesitaba pensar, ni siquiera comunicarse con los demás excepto
para la procreación y eso con algún que otro sonido gutural, era más que
suficiente; el hombre dejó de necesitar la herramienta con la que durante
milenios había moldeado el planeta para
bien o para mal pero siempre en su provecho y con la que en tal proceso se
había moldeado a sí mismo en un ser más racional; dadas las inmejorables
condiciones de vida, la atrofia cerebral era lenta pero irreversible.
Ahora en las jaulas no
se veían tan satisfechos, algunos jadeaban buscando oxígeno y otros infructuosamente
intentaban (característica muy humana) de mejorar sus posiciones escalando
sobre sus compañeros; a pesar que no estarían mucho tiempo en esa situación incómoda para evitar merma de peso por trauma de transportación, pero ellos no
sabían nada de eso.
El transporte
finalmente se detuvo ante la gigantesca puerta metálica de acceso a una de las
tantas sofisticadas industrias de carne, cuya modernidad se destacaba
especialmente en evitar que el producto se contaminara con cualquier
posible trauma o sufrimiento de los sacrificados, sobre todo en ese momento final en que
las personas tanto se han preocupado durante toda su vida.
Un custodio le preguntó
al conductor si era la última entrega del día y éste, con un gesto de cresta,
asintió mientras ponía el motor nuevamente en marcha para la descarga de un
rebaño de primera calidad.
***
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Gilberto despertó
sudoroso y sobresaltado de lo que creyó terrible pesadilla y clavó espantado
sus ojos en los del joven y blanco pollo que lo miraba a través de las rejas.
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