jueves, 18 de septiembre de 2014

Cumpleaños Feliz (+Fotos)



Amalia cumplía cuatro años y dos o tres días antes  no había nada preparado excepto un poco de helado que a bajo precio, tan bajo como la propia calidad del mismo, se almacenaba en casa de un vecino y unos 10 globos también a precio de rebaja y soplados a pulmón.

Amalia sabe de cumpleaños, le encantan los cumpleaños, sean ajenos o propios y cuando es de alguien en el barrio se encarga de anunciarlo a cuanto visitante llega a su casa o simples personas de paso en el camino que le dirijan la palabra.

Amalia fue concebida una noche de diciembre muy cerca del territorio estadounidense, sus padres no andaban por Canadá ni por México pero se estaban quedando a solo cruzar la calle de la Oficina de Interese de los Estados Unidos en la Habana, el árbol gigante de navidad en ese lugar, con sus tintineos lumínicos, contrastaba con los tambores de los devotos de San Lázaro (Babalú ayé) que rendían homenaje al Santo mendigo, siempre seguido de sus perros, curiosamente Amalia nacía luego un día 17.

En el amanecer del onomástico de mi niña dudábamos si le hacíamos saber o no, porque no contábamos con ningún preparativo ni regalo, no solo era la estrecha situación económica, era la carencia además de recursos en lugares claves como dulcerías y panaderías, porque sin torta de cumpleaños, no hay cumpleaños.

Pues tres días antes no habían huevos en la dulcería de encargo, ni veinticuatro horas antes y solo el mismo día, aparecieron aquellas gloriosas posturas que pusieron unas muy dignas y abnegadas  gallinas, entonces,  se pudo encargar el   cake, ese molesto anglicismo (a la palabra me refiero logicamente), tremendamente innecesario con que todavía tradicionalmente los cubanos nombramos la mencionada torta o pastel de cumpleaños que tampoco tiene nada que ver con esa banda musical de Sacramento, California.

Mi cake era de harina pastelera, huevos, azúcar y alguna mermelada pero cuando lo fui a buscar a la hora acordada, pareciese que venía de Sacramento, Califronia porque todavía no estaba listo y me dijeron, “venga dos hora más tarde”, poniendo contra reloj otras jugadas en el tablero.

El regalo fue otro de los problemas, el cual decidimos fuese un juguete, ¡menuda tarea para bolsillos exhaustos!, entonces se retuvo el pago de la electricidad del mes y se postergó el pago del círculo infantil hasta la llegada de algún milagro o más bien de Milagro, la amiga de la comunidad cubana en el exterior, con alguna ayuda antes del fin del mes.

Camina que te camina tiendas, revisa que te revisa precios y opciones; el techo operativo no podía superar los tres dólares a los sumo, pero el juguete tenía que aparentar, dar la ilusión que eran muchos juguetes en uno y así di con una pequeña muñeca media desgreñada rodeada de plásticos en forma de peinetas, espejitos y otros enceres que supuestamente usan las niñas, las mamás y las mujeres en su embellecimiento.

Estaba conforme porque aunque había otras, muchas otras mejores opciones para hijas de otros padres, pensé en qué de todas formas a los hijos no le dan la posibilidad de escoger sus progenitores y eso también es aplicable al resto de las necesidades de consumo, todo venía incluido con el paquete  “papás”.

Este cumpleaños, horas antes no tenía invitados, no se podía correr el riesgo de invitar a nadie para darle u ofrecerle nada y así el reloj iba avanzando de a poco y la soleada tarde de verano, iba cayendo.

Una vecina me hizo una pasta para panecillos inexistente que durante la espera de la torta, casi aparecieron solos pero es una historia de lenguaje muy fuerte para contarse aquí, apta únicamente para adultos.

Y así entre retazos y golpes de suerte fue apareciendo una sencilla celebración  que data desde muchos siglos atrás, posiblemente desde antes de los Faraones,  los que cerraban negocios y daban tremendos banquetes el día señalado.

Los invitados versión “aparición instantánea” cumplieron su papel con premura en la llegada y más aún, en la ida porque una tormenta local medianamente severa los alejó sin mucha sobremesa después de engullir torta, helado, galletas, bocaditos y refresco pintatripas.

Lo realmente importante y que mereció todo el sacrificio del mundo fue que mi niña estaba muy feliz, rodeada de amiguitos, deleitando golosinas, con su regalo; nunca supo o sabrá de cuantos malabares estaba compuesto aquel pequeño circo que a coro desafinado entonó lleno de júbilo las notas de “cumpleaños feliz….”

Nota: Nos gusta mucho el equipo de football de Brasil pero no tanto como para poner sus colores en la torta de cumpleaños de mi hija, créame, no había otros colores



















Fuentes consultadas:


http://es.wikipedia.org

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