martes, 22 de abril de 2014

Kramer Vs. Kramer en la vida real



Desde que comienzan a hablar nuestros chicos, que es lo mismo que  pensar, surge una contradicción para toda la vida, ellos quieren descubrir el mundo, solos, no necesitan ningún guía ni nadie que les cuente de qué trata "la película"; unos más, otros menos pero por naturaleza todos nacimos así y los padres intentan ardua e incansablemente de mostrarles y contarles todos los detalles para que no caigan y se golpeen, para que no sufran, para que no fracasen, para que no se equivoquen nunca.


Es la gran puja natural  entre padres e hijos, la sabiduría, la experiencia, el conocimiento contra la intrepidez, el arrojo, la atracción por lo desconocido y la capacidad de asombro que nunca debiera perderse en los padres pero las vivencias terminan por embotar esta importante cualidad que es, sin embargo el oxígeno que respiran los vástagos.

Los padres no lo pueden saber todo porque al final nadie sabe nada y la vida es extremadamente rica en situaciones, encrucijadas y soluciones, pero los padres saben mucho, tienen un doctorado en teoría de las probabilidades y sin necesidad de  estudios superiores ni nada.

Los padres son una entidad acreditada para la gestión de riesgos porque conocen todas las vulnerabilidades ante cada peligro potencial para sus hijos.

Los padres padecen de clarividencia, tienen visiones, pueden ver la trayectoria de una caída antes de que ocurra, saben de fuerzas físicas sin estudiarlas en laboratorio, pueden ver lo que hace la inercia, la gravedad, la fricción, el electromagnetismo  y todas las demás, por lo que pueden prevenir muchos males, de eso se trata la tarea principal, ser previsores y dar  las alertas de manera temprana, aunque sepamos que no habrá reacción alguna, y a veces aunque exageremos.

Los padres no debieran imponer nada, porque eso sería una declaración de guerra y ningún padre quiere guerra con sus hijos; deben ser siempre muy persuasivos y tener paciencia infinita cuyo condicionante es el tiempo porque los niños no tienen idea de la dimensión “tiempo”, el de ellos,  es siempre eterno, les sobra tiempo y el nuestro es extremadamente limitado y ahí, en esa esquinita de la curvatura espacio-tiempo es donde perdemos toneladas de paciencia.


He tenido hijos cuando era muy joven y los he tenido con más edad; cuando uno es joven no teme a nada, dicen que por valiente, yo digo “por ignorante”, el joven no sabe ni mide las consecuencias de nada, le da el pecho a las balas con una sonrisa, sobre todo no teme al futuro, lo dan por seguro, realizable, para  los padres es algo que siempre pende de un finísimo hilo y que debe ser cuidadosamente construido, pero los jóvenes viven hoy, el día,  porque el futuro a fin de cuentas nunca deja de ser siempre “mañana”.

A la prole le puedes dar el resultado incuestionable de la suma de dos más dos y no importaran tus fuertes argumentos, para ellos puede que sea cinco o seis y cuando digo prole, me refiero a los de tres y también a los de treinta años de edad.

La verdadera labor de padre, a mi corto juicio, no es solo dar seguridad a las necesidades básicas, es sobre todo no agotarse de mostrar su parecer, su razonamiento, su lógica, sus conocimientos y sabiduría; ya sabemos que  los hijos al final harán lo que estimen y los padres deberán estar listos para lo que pueda suceder, sea malo o bueno y cuando sea malo, no machaque, no dé otra estocada, no haga leña del árbol caído, tendrás que apoyarlo y ayudarlo a levantarse y así hasta el fin de los días, mientras quede  aliento en tus pulmones, es tu eterno compromiso como padre.

Hay gente que tiene hijos como si fueran inversiones económicas a largo plazo y no funciona así, no es correcto. Dice la Biblia en alguna parte (no la estudio pero la leí como leí El Conde de Montecristo y Papá Goriot) que cuando des limosna tu mano izquierda no debe saber lo que hace la derecha, o sea, no esperes reconocimiento ni recompensa alguna, no hagas alardes de lo que has dado, no esperes otra recompensa  que no sea el propio placer de ayudar a otros.

Disfruta tus hijos porque tenerlos, verlos crecer, educarlos y convertirlos en personas de bien es toda la recompensa que puedes esperar sin importar el tamaño del sacrificio ni los fragmentos de tu propia vida que “perdiste” en ello.

No todas las elecciones de nuestros hijos son de nuestro agrado, pero es la manera (entre otras) de ser ellos y no una prolongación de nosotros mismos, es la manera de demostrarnos que ya se saben valer por sí mismos o al menos de ser capaces de lidiar con las consecuencias.

Los hijos se resienten cuando no aprobamos sus elecciones; hice muchas elecciones que no fueron del agrado de mis padres y algunas dieron bastante que hacer pero siempre me sentí respaldado y las decisiones que tomé, siempre fueron las mías si dejar de tener en cuenta sus consejos u observaciones; de la misma manera, mis errores, eran también de mi propiedad y no tuve que cargárselos a la cuenta de nadie.

Recuerdo ahora un hecho cuando yo era un niño de seis o siete años, andaba siempre recogiendo, llevando a mi casa a cuanto cachorrito canino feo, flaco y maltrecho me encontraba en el camino; mi mamá siempre me exigía que contara con mi papá para tenerlo en casa y yo preparaba mis argumentos basados en linaje y apariencia, en los ojos, las gruesas patas, en la belleza de aquella raza de lo más genuino de la realeza “sata -anónima –cubana”, y mi viejo con ese humor nato y su buen corazón me decía:

-¿Y ese perro está lindo?
-Si pipo, mira, si tiene hasta los ojos azules.
-¡Eso es lo peor que tiene, porque se parece al viejo “Lapuente”!

No recuerdo el final del perrito, seguramente me lo quedé, como otros tantos porque siempre tuve perros en mi infancia, pero lo que si no olvido es la gracia que me hizo su comparación y que luego le gritó al perro “¡¡Lapuente!!!!” y muy asustado el animalito vació su vejiga y entró en shock tembloroso para mi mayor diversión. Su aprobación era clave para mi, no solo era su permiso, lo más importante era que me mostrara que estaba de mi parte, en mi bando y sus bromas eran la manera dulce de decirme, “el perro es sato, feo y moribundo pero si quieres quedártelo, adelante”

Esta eterna contradicción de la que hablo no puede ser casualidad que nos pase a todos, es ley universal porque la naturaleza es siempre sabia, no puede ser de otra manera, sobre todo porque “Los hijos se parecen más a su tiempo que a sus padres” y si lo que engendramos para tiempos actuales fueran nuestros clones,  serían siempre unos fracasados e inadaptados sociales sin lugar a dudas.

Pienso que la esencia de nuestras experiencias, de nuestro conocimiento, sabiduría y educación, cuando de alguna manera hemos sido, al menos un pálido ejemplo a seguir para los chicos,  queda en ellos como granito de arena convertido en perla y son parte indisoluble de su ser y su personalidad, sin necesidad de que sea conciente para ambas partes. Cuando descubramos esa “perla” algún día, debemos darnos por satisfechos.

Que sean estas líneas un motivo de discusión y opiniones de los lectores; cosa que tal vez no permitiría si fuera un estudioso acreditado en el tema, pero como padre y como hijo definitivamente sé que no tengo la última palabra.

1 comentario:

  1. Excelente articulo muy a tono por el dia de las madres que se aproxima,
    ya leiste el primer capitulo de la novela que estaba escribiendo garcia
    marquez? te dan deseeos de seguir pero no hay mas y hay que ver que
    pasara con ella
    Saludos

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