Desde que comienzan a hablar nuestros chicos, que es lo mismo que pensar, surge una contradicción para toda la
vida, ellos quieren descubrir el mundo, solos, no necesitan ningún guía ni
nadie que les cuente de qué trata "la película"; unos más, otros menos
pero por naturaleza todos nacimos así y los padres intentan ardua e
incansablemente de mostrarles y contarles todos los detalles para que no caigan
y se golpeen, para que no sufran, para que no fracasen, para que no se
equivoquen nunca.
Es la gran puja natural entre
padres e hijos, la sabiduría, la experiencia, el conocimiento contra la
intrepidez, el arrojo, la atracción por lo desconocido y la capacidad de
asombro que nunca debiera perderse en los padres pero las vivencias terminan
por embotar esta importante cualidad que es, sin embargo el oxígeno que
respiran los vástagos.
Los padres no lo pueden saber todo porque al final nadie sabe nada y la
vida es extremadamente rica en situaciones, encrucijadas y soluciones, pero los
padres saben mucho, tienen un doctorado en teoría de las probabilidades y sin
necesidad de estudios superiores ni
nada.
Los padres son una entidad acreditada para la gestión de riesgos porque
conocen todas las vulnerabilidades ante cada peligro potencial para sus hijos.
Los padres padecen de clarividencia, tienen visiones, pueden ver la
trayectoria de una caída antes de que ocurra, saben de fuerzas físicas sin estudiarlas
en laboratorio, pueden ver lo que hace la inercia, la gravedad, la fricción, el
electromagnetismo y todas las demás, por
lo que pueden prevenir muchos males, de eso se trata la tarea principal, ser
previsores y dar las alertas de manera
temprana, aunque sepamos que no habrá reacción
alguna, y a veces aunque exageremos.
Los padres no debieran imponer nada, porque eso sería una declaración de
guerra y ningún padre quiere guerra con sus hijos; deben ser siempre muy
persuasivos y tener paciencia infinita cuyo condicionante es el tiempo porque
los niños no tienen idea de la dimensión “tiempo”, el de ellos, es siempre eterno, les sobra tiempo y el
nuestro es extremadamente limitado y ahí, en esa esquinita de la curvatura
espacio-tiempo es donde perdemos toneladas de paciencia.
He tenido hijos cuando era muy joven y los he tenido con más edad; cuando
uno es joven no teme a nada, dicen que por valiente, yo digo “por ignorante”, el
joven no sabe ni mide las consecuencias de nada, le da el pecho a las balas con
una sonrisa, sobre todo no teme al futuro, lo dan por seguro, realizable, para los padres es algo que siempre pende de un
finísimo hilo y que debe ser cuidadosamente construido, pero los jóvenes viven
hoy, el día, porque el futuro a fin de
cuentas nunca deja de ser siempre “mañana”.
A la prole le puedes dar el resultado incuestionable de la suma de dos
más dos y no importaran tus fuertes argumentos, para ellos puede que sea cinco
o seis y cuando digo prole, me refiero a los de tres y también a los de treinta
años de edad.
La verdadera labor de padre, a mi corto juicio, no es solo dar seguridad
a las necesidades básicas, es sobre todo no agotarse de mostrar su parecer, su
razonamiento, su lógica, sus conocimientos y sabiduría; ya sabemos que los hijos al final harán lo que estimen y los
padres deberán estar listos para lo que pueda suceder, sea malo o bueno y
cuando sea malo, no machaque, no dé otra estocada, no haga leña del árbol
caído, tendrás que apoyarlo y ayudarlo a levantarse y así hasta el fin de los
días, mientras quede aliento en tus
pulmones, es tu eterno compromiso como padre.
Hay gente que tiene hijos como si fueran inversiones económicas a largo
plazo y no funciona así, no es correcto. Dice la Biblia en alguna parte (no
la estudio pero la leí como leí El Conde de Montecristo y Papá Goriot) que
cuando des limosna tu mano izquierda no debe saber lo que hace la derecha, o
sea, no esperes reconocimiento ni recompensa alguna, no hagas alardes de lo que
has dado, no esperes otra recompensa que
no sea el propio placer de ayudar a otros.
Disfruta tus hijos porque tenerlos, verlos crecer, educarlos y
convertirlos en personas de bien es toda la recompensa que puedes esperar sin
importar el tamaño del sacrificio ni los fragmentos de tu propia vida que
“perdiste” en ello.
No todas las elecciones de nuestros hijos son de nuestro agrado, pero es
la manera (entre otras) de ser ellos y no una prolongación de nosotros mismos,
es la manera de demostrarnos que ya se saben valer por sí mismos o al menos de
ser capaces de lidiar con las consecuencias.
Los hijos se resienten cuando no aprobamos sus elecciones; hice muchas elecciones
que no fueron del agrado de mis padres y algunas dieron bastante que hacer pero
siempre me sentí respaldado y las decisiones que tomé, siempre fueron las mías
si dejar de tener en cuenta sus consejos u observaciones; de la misma manera,
mis errores, eran también de mi propiedad y no tuve que cargárselos a la cuenta
de nadie.
Recuerdo ahora un hecho cuando yo era un niño de seis o siete años,
andaba siempre recogiendo, llevando a mi casa a cuanto cachorrito canino feo,
flaco y maltrecho me encontraba en el camino; mi mamá siempre me exigía que
contara con mi papá para tenerlo en casa y yo preparaba mis argumentos basados
en linaje y apariencia, en los ojos, las gruesas patas, en la belleza de
aquella raza de lo más genuino de la realeza “sata -anónima –cubana”, y mi
viejo con ese humor nato y su buen corazón me decía:
-¿Y ese perro está lindo?
-Si pipo, mira, si tiene hasta los ojos azules.
-¡Eso es lo peor que tiene, porque se parece al viejo “Lapuente”!
No recuerdo el final del perrito, seguramente me lo quedé, como otros
tantos porque siempre tuve perros en mi infancia, pero lo que si no olvido es
la gracia que me hizo su comparación y que luego le gritó al perro “¡¡Lapuente!!!!”
y muy asustado el animalito vació su vejiga y entró en shock tembloroso para mi
mayor diversión. Su aprobación era clave para mi, no solo era su permiso, lo
más importante era que me mostrara que estaba de mi parte, en mi bando y sus
bromas eran la manera dulce de decirme, “el perro es sato, feo y moribundo pero
si quieres quedártelo, adelante”
Esta eterna contradicción de la que hablo no puede ser casualidad que nos
pase a todos, es ley universal porque la naturaleza es siempre sabia, no puede
ser de otra manera, sobre todo porque “Los hijos se parecen más a su tiempo que
a sus padres” y si lo que engendramos para tiempos actuales fueran nuestros clones,
serían siempre unos fracasados e
inadaptados sociales sin lugar a dudas.
Pienso que la esencia de nuestras experiencias, de nuestro conocimiento,
sabiduría y educación, cuando de alguna manera hemos sido, al menos un pálido
ejemplo a seguir para los chicos, queda
en ellos como granito de arena convertido en perla y son parte indisoluble de
su ser y su personalidad, sin necesidad de que sea conciente para ambas partes.
Cuando descubramos esa “perla” algún día, debemos darnos por satisfechos.
Que sean estas líneas un motivo de discusión y opiniones de los lectores;
cosa que tal vez no permitiría si fuera un estudioso acreditado en el tema,
pero como padre y como hijo definitivamente sé que no tengo la última palabra.
Excelente articulo muy a tono por el dia de las madres que se aproxima,
ResponderEliminarya leiste el primer capitulo de la novela que estaba escribiendo garcia
marquez? te dan deseeos de seguir pero no hay mas y hay que ver que
pasara con ella
Saludos