viernes, 18 de octubre de 2013

Buscando a Los Delfines (+Fotos)



Esto no trata de un recuento sobre aquellos reyes de Francia, llamados entre otras cosas los Delfines, herederos del rey Sol y Luis XIV. 

Esta historia va un poco más acá de los acontecimientos de 1789 y sus consecuencias como la decapitación de uno de esos delfines o por lo menos el hijo del Gran Delfín.

No es de ninguna manera un tema sobre el mundo animal y el inteligente animalito.

Esta historia habla de Cuba, de un hotel en Varadero; de las genialidades y despistes de mi primogénito y del pasmoso asombro ante un restauran de mesa buffet.


 Un día descubrí las computadoras, en mis manos estaba un teclado inteligente con 32 Kilobytes de memoria y un libro de programación en lenguaje BASIC, aquello me fascinó, lo que me habían dado era un libro de brujería con conjuros y palabras mágicas y la bola de cristal para realizar antojos. Tenía a mi hijo mayor como único admirador de los “espectaculares” actos que lograba con aquella combinación y aquel espectador pasivo fue tomando tal entusiasmo que muy pronto con apenas ocho años de edad, comenzó a escribir y diseñar sus propios programitas bastante complejos comparados con los que hacía su papá que solo eran, algo así como una primera incursión en presentaciones interactivas y didácticas de aplicación pedagógica, en otras palabras un PowerPoint de “palo”, unas diapositivas hechas con técnicas de la era mesozoica en la historia de la informática.

Pues el chiquito nada menos que diseñaba o graficaba funciones matemáticas y otras aberraciones de ese corte o estilo, programillas que dibujaban en un complejo de ejes X; Y; y Z, formas espaciales y otras diabluras por las que podía ser perfectamente quemado en la hoguera a pesar de la época en qué vivíamos.

Aquello le cambió la vida a él y a mí; nos retroalimentábamos uno de otro; recuerdo que nos conseguimos hasta un librejo en inglés sobre lenguaje puro de máquina, lenguaje ensamblador y yo ya con el inglés tenía bastantes problemas pero Don loquillo se lo tragó, el objetivo de todo aquello era meternos en los algoritmos de juegos hechos por verdaderos profesionales y alterarlos, cambiarles código y aunque no logramos los propósitos concretos, si logramos cambiar algunas cosas y aprendimos otras.

¿De qué les había dicho que era esta historia?....en ningún momento dije “informática” ¿verdad?...Entonces trataré de retomar el camino…

Resulta que mi hijo se lo tomó bien en serio y en pocos años y con mucho sacrificio hizo dos carreras relacionadas con el tema, primero técnico y después ingeniero en ciencias informáticas, también tuvo la suerte de pegársele a buenos tutores y profesores, bebió de las mejores fuentes a su alcance; yo como es lógico me quedé muy, pero muy rezagado, años luz y él se convirtió en un tipo de ciencia, vaya lo que se dice, un “escapa´o”.

Las personas de ciencia, no pueden vivir en este mundo real donde hay que estar detrás de las nimiedades materiales, de trámites burocráticos, de papeleos, eso de que vino tal cosa a la placita, a la tienda, que si llegó el café, que si ya está entrando agua a la cisterna; de que si hay que apagar las luces al salir de una habitación o cerrar el grifo y pagar los servicios de electricidad, la gente de ciencia que usa tanto la lógica pareciera que la deja reposar cuando está desconectada de su mayor pasión, están en otra dimensión, en una burbuja cósmica y tampoco puede ser de otra manera porque si Isacc Newton hubiera estado en una cola (fila) para comprar el pan o para un trámite de la propiedad de la vivienda, difícilmente hubiera chocado con la manzana o la manzana con él, es muy posible que de tener la fruta en la mano la hubiera usado para tirarla a la cabeza de alguien en esa misma cola; así que bendita burbuja pero no por eso deja de tener molestas consecuencias.

En todos los años de estudios universitario fue premiado por diferentes trabajos, resultados y concursos; creo que fue en tercer o cuarto año cuando la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) lo premia con nada más y nada menos que una estancia en un hotel en Varadero por tres noches con un acompañante y como ambos estábamos sin pareja montamos un viaje pensando hasta sus últimos detalles para llegar a “Los Delfines”; un hotel tres estrellas que funcionaba bajo el llamado plan “todo incluido”, nosotros pagábamos 500 pesos (CUP) y la estancia era subsidiada por la organización estudiantil. 

Era un día de octubre de 2008 cuando partimos en un triste atardecer pinareño y no digo “triste” por gusto, la provincia estaba desbastada por el paso de dos fuertes huracanes: “Gustav” primero en agosto y 8 días después “Ike”, imagínense, aquí el amarre de la chiva siempre ha sido complicado, después de esos dos huracanes no quedaba ni chiva porque de la misma manera que el millonario multiplica dinero con chasquear los dedos, el pobre multiplica miseria con mayor facilidad.

Partimos un jueves con planes de pasar la noche en la cálida terminal interprovincial nacional, terminal de ómnibus ASTRO, astronómica cifra de cucarachas que incursionan sobre ti durante el viaje, al apagar las luces y a veces hasta encendidas porque son realmente muy temerarias y arriesgadas. 

En la terminal un pequeño percance a nuestro lado entre dos pernoctadores habituales masculino y femenino nos quitó definitivamente el sueño, un intento de manos bajo las sábanas, una protesta con reacción explosiva, palabras como puñales en alta voz; cosas cotidiana que no ocurren normalmente en el entorno de uno y que son relativamente de poca importancia pero te puede tener en vela varias horas hasta la salida del turno Habana – Varadero a las 4.20 de la madrugada.

Nunca olvidaré la cara de aquel torturador de pasajeros con su abrigo de vinil negro que nos tocó por chofer y que algunos matanceros evidentemente conocían porque en los alaridos de reclamo y protesta que daban, lo llamaban familiarmente “Perico”.

 Es la ocasión que más cerca he estado de conocer una hipotermia; estábamos en un mes de verano suave en Cuba, madrugadas más frescas y el señor Iceman nos encerró por más de dos horas en un congelador por lo menos a 15 grados; pero el efecto en piel era de menos 15; mi hijo y yo vestíamos ligero y el equipaje más ligero aún; recuerdo que en un acto de lucha por la vida le echamos garra a los cubre asientos delanteros para meter los brazos y luego fuimos abrazados tratando de conservar el calor. Puede que sea injusto con el driver que solo pretendía congelar a los atrevidos bichitos de los que hablé anteriormente.

Con los primeros claros del amanecer los trenes de aterrizaje del avión de Perico tocaron pista en aquella playa de ensueño. ¡Qué alivio!, entrar en contacto con un aire más cálido pero ahora teníamos dos problemas resueltos y tres nuevos por resolver, hambre, sueño y el tercero que la entrada al hotel no era hasta las 14 horas.

Hacía unos años habíamos estado en Varadero y en aquel tiempo te encontrabas la posibilidad de ofertas gastronómicas en las dos variantes de esa desgracia llamada “doble moneda nacional” pero parece que había sucedido como el proceso evolutivo en la religiosidad humana, los primeros dioses eran animales (tótem); luego mitad humanos (Egipto) y después ya eran dioses humanoides completamente (Grecia, Roma) …bueno en ese momento, a esa hora en Varadero no había a que Dios rogarle porque todo estaba en pesos convertibles cubanos (CUC), habían rastros, evidencias del otro billete porque las tablillas de ofertas estaban divididas en dos pero la parte descriptiva de platos en la moneda de mi salario estaban sufriendo un desamparo total; no quedaba otra que deambular por aquel maravilloso balneario a ver que podíamos encontrar hasta llegar al Oasis, digo, a Los Delfines. Al final encontramos alguna cosa en alguna parte y les aseguro que no fue en la basura.

Ante de los años 90 en Cuba no había turismo internacional y con la paga por el trabajo que fuera, podías ir al menos una vez al año a lugares de descanso y disfrute, aparte de premios y estímulos laborales; en lo personal tuve la oportunidad de ir a varios, una veces a fuerza de mi propio bolsillo y otros pagados por mi trabajo; hubo una época por ejemplo, en que casi todos los fines de semana estaba hospedado en el Hotel Pinar, una habitación de calidad media costaba 20 pesos la noche y yo ganaba más de 300; ahora más o menos sigo ganando lo mismo y esa misma habitación cuesta más de 500 (aclaro, la comparación en la misma denominación monetaria).

Siempre las entrada en los hoteles aquí ha sido después de las dos de la tarde pero en esa época en toda mi historia de “turista”, había podido colarme siempre un poco antes, en la mañana, a la hora del almuerzo y de esa manera el disfrute es mayor porque le ganas algo de tiempo a la estancia y por eso fuimos a probar suerte a las diez de la mañana al lobby del mencionado hotel donde nos atendieron muy bien, de manera muy cortés y con elegancia pero nos pidieron que desapareciéramos de todo aquello y no fuéramos hasta las dos de la tarde.

Comenzamos a deambular por la playa fingiendo que estábamos muy felices porque estábamos en Varadero, no podía ser de otra manera; en ese deambular hice un par de fotos (solo podía hacer ochenta en total, después explicaré); encontramos unas camas playeras bajo la sombra de cocoteros, varias de ellas solitarias y abandonadas, con el ruido de las olas bien cerca, la mala noche y sin pensarlo caímos redondos; rápidamente pasamos por la fase uno del sueño, esa más liviana cuando se entra y sale y te puedes despertar fácilmente; la etapa en que los ojos se mueven lentamente y la actividad muscular se enlentece y cuando andábamos ya por la segunda fase donde el movimiento de los ojos se detiene y las ondas cerebrales se vuelven más lentas nos despertó un miembro de la seguridad de un hotel en cuyas camas de descanso estábamos metidos sin ser huéspedes.

Pasara lo que pasara no íbamos a gastar en almuerzo a las 12 del día si tan solo por esperar dos horas más tendríamos de todo, así que seguimos comiendo m…………. por ahí y dejando el tiempo pasar.
A las 13:49:59 horas estábamos con Los Delfines y lógicamente una sirena sonriente vino a atendernos:
-       La Boleta por favor.
-       ¿Qué Boleta?
-       Sus nombres está aquí registrados correctamente pero la boleta es el documento por el cual el hotel cobra a la FEU este tipo de reservaciones.
¡Imagínense!, aquello fue un golpe de maza en pleno rostro y no caímos al suelo por los butacones del lobby. 

A mi el golpe me duró bien poco porque tomo la vida y las cosas como esas de otra manera, no niego que por un milisegundo repasé el procedimiento de lograr la asfixia en una persona por estrangulamiento pero me sonreí y le dije a mi siempre despistado vástago, “tranquilo, vamos a buscar almuerzo y pensaremos”; no quedó otra que entrar a una pizzería en aquella problemática moneda y mi hijo puede ser despistado pero para nada retardado y con estómago satisfecho afloran las mejores ideas por lo que antes de terminar el almuerzo ya había un plan B brillante. 

Dos o tres llamadas, diez minutos de espera y listo, de vuelta al Hotel, allá estaba esperándonos el Sr. gerente, lo habían llamado los dirigentes nacionales de la FEU, la boleta llegaría al hotel al otro día y él iba a tener el detalle de darnos entrada sin mediar el importante documento, violando no sé cuantos estatutos, reglas y procedimientos de la convención internacional de no proliferación de armas nucleares. 

Comentarles que poco tiempo después eliminaron este tipo de posibilidades de estancia en hoteles como estímulo laboral o estudiantil de manera subsidiada y yo cargo con un sentimiento tremendo de culpa por la duda, la posibilidad de que este incidente de alguna manera pudo contribuir a tal decisión que privó a muchos de esta maravillosa posibilidad. 
El que se ha leído la autobiografía de Charles Chaplin capta rápidamente las dos grandes etapas de su vida, la dura miseria que vivió en sus primeros años, carencias de todo tipo y mucha hambre, el sacrificio de su madre para alimentar y vestir a la familia y luego las riquezas, la abundancia, el lujo y nadie puede valorar bien el día si no ha conocido la noche más oscura, en esas páginas hay una frase del autor que dice “¡Que grato y tranquilizador es el lujo!”.

No busco igualar situaciones, por nada del mundo, porque no hay comparación entre sus carencias, sus abundancias y las mías, solo busco una referencia que grafique más o menos lo que experimenté cuando me pusieron la “banda de poder”, manilla plástica de color azul que te identifica como huésped y crucé suave y despacito del purgatorio al paraíso.
No voy a perder tiempo en muchos detalles que aburrirían a quien lee y acostumbra a frecuentar estos lugares pero debo ocuparme en algo de la curiosidad de los que no han tenido esa suerte y también me leen.

Había caja fuerte en la habitación donde puse lo más valioso que llevaba, un par de medias nuevas, de estreno; todos los equipos eran de control a distancia; televisión con demasiados canales para el tiempo del que disponía, la ducha tenía un letrero de seguridad rojo en dos idiomas,” ¡Cuidado puede alcanzar los 50 grados centígrados!”; en mi casa debiera poner una igual en español, “¡Cuidado, puede quedar enjabonado!, o también, “¡Cuidado puede electrocutarse!”; muchos espejos, por todas partes de la habitación, cosa que me encantó porque sin pellizcarme me ratificaba a cada momento que sin duda alguna, yo estaba allí, ah y de paso también que no era un vampiro.

Después de un baño de emperadores romanos fuimos a reconocer el territorio. Lo peor de una situación como esta es que caes en el verdadero conflicto que plantea la psicología, ese que se describe cuando tienes dos opciones para seleccionar una sola pero quieres las dos, entonces sea cual sea la decisión estarás insatisfecho de manera irremediable. 
En un lugar como ese tienes más de dos opciones y quieres estar en todas a la vez, en los bares, en el restaurante y en las cafeterías, metido en la playa, en la piscina y en el baño de la habitación; en las camas playeras tomando tragos y caminando por la arena; dormir en la habitación con climatización y dormido ver todos los canales de la TV; eso sí, menos en la sala de juegos para nada nacionales y oliendo a cigarro, todo lo demás era tentador.

De ofertas a consumir, era sin medida, beber y comer hasta que te indigestes o explotes, hasta que cayeras en coma alcohólico, hartarse hasta que solo pudieras hablar por señas y con los ojos botados para afuera, hasta que un padre falleciera agotado de tanto escucharte en confesión de como habías pecado de gula.

Y llegó la hora de la comida, la hora de entrar al restauran en un hotel lleno de franceses, canadienses e italianos, por el momento los únicos cubaniches éramos nosotros dos y con una pinta de pelo largo al punto que nos recibieron así "– Buonasera señores."

Uno entra deslumbrado totalmente ante la inmensidad de mesas repletas de múltiples platos y variedades de todo tipo de comidas, no sabes que vas a comer pero sales en campaña y cuando te sientas en tu mesa ves que el otro tiene cosas que no viste “¿y por donde está esa carne?”. Debieran entregarle a uno un mapa de las mesas, un croquis, un servicio “google maps alimentario” y así definir donde está cada cosa; lo que más me impresionó fue la gran cantidad de platos con vegetales, verduras y frutas porque en Pinar después de los huracanes no había ni hierba común para inventarse una ensalada. 

Bueno, qué más puedo agregar; postres de lujo, helado y vino, ¡Por Dios!; vino de verdad, pero de verdad, de España, de Chile; blancos, tintos, rosados, espumosos, semi espumosos; al final contraje matrimonio después de mucho probar con un blanco que me parece se llamaba “Torres de la Vid”; la elección sobre todo fue hecha porque era muy digestivo y me daba un apetito voraz.

Los desayunos eran increíbles también; nunca había imaginado que existieran tantas variedades de pan, bueno han sido los únicos desayunos de mi vida en los que añadí postre además.

El Gerente: Nos buscaba a cada rato preocupado de cómo la estábamos pasando y le decíamos un “bien, bien” medio desabrido como si estuviéramos más acostumbrado a los hoteles de cinco estrellas pero la verdad ustedes la saben, estábamos en la gloria.

Amistades: La última noche dos chicas canadienses que escapando del frío (como nosotros), de esposos y de un aburrido país, acabaditas de llegar del aeropuerto nos invitaron al mismo vino de mi preferencia y también probar los conocimientos mutuos de lenguas diferentes.

La suerte de aquel hotel fue que solo éramos dos nacionales por aquellos días, de lo contario hubiéramos agotado una gran parte de sus reservas, no solo por el consumo sino por el proceso instintivo de almacenamiento y reservas que acompaña a mis coterráneos, cosa que no pudimos hacer porque era una vergüenza muy grande sacar una java en medio de todo aquello para echar o un pomo plástico desechable para llenarlo de vino, también hubiera querido hacer fotos de las mesas repletas de comida pero nadie hacía fotos; con más cubanos en zona hubiéramos sido un clan, una secta que sin ponernos de acuerdo previo, nos hubiéramos cubierto las espaldas unos a otros y no hubiéramos sido tan “diferentes”. 


El asunto de limitación en fotos era que llevaba una cámara digital con una memoria muy pequeña y solo podía hacer 80 fotos y me pasaba todo el tiempo decidiendo cuales dejar y cuales borrar.


La pasamos muy bien, divinamente como podrán imaginar; exceptuando un último momento muy duro, terrible, cuando sacaron unas filosas y amenazadoras tijeras para cortarnos las bandas de poder en nuestras muñecas, un nudo se me hizo en la garganta y me parece que a mi hijo se le aguaron los ojos; las horas y los días habían pasado y la reservación había terminado.


El regreso a pesar de que fue más azaroso que la ida y menos planificado resultó mucho mejor también a pesar de que llegamos pasadas las diez de la noche.

Al llegar a nuestra casa no había electricidad y a la luz de las velas nos preparamos un arroz blanco con una lata de carne en conserva que habíamos comprado antes de irnos como parte de un módulo extra entregado a la población por el paso de los huracanes; siempre que comí de esa carne orinaba con un olor fuerte y característico como cuando estás bajo tratamiento de antibióticos.


Para un contraste mayor de nuestras recientes vivencias, la electricidad se restableció el tiempo suficiente para que viéramos y sufriéramos en la computadora las instantáneas que habíamos hecho durante nuestro viaje, luego, en silencio y total oscuridad nos fuimos a dormir esperando el despertar a nuestra rutina y con el consuelo del pobre. “¿Y quién me quita lo Baila´o?”.

Otras Fotos 





 
Vista aérea, parte trasera (azotéa)


Vista aérea parte delantera (azotea)
Puerta principal del Hotel Los Delfines


Mi cabeza fuera del agua

Desde la terraza de un bar, mirando al Este y mirando el gran abdomen de un señor de Italia.


A contra luz, excelente lugar anti estrés.

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